[Crónicas catalanas]: Crisis

Un estudiante colombiano relata en este blog una Europa en crisis, llena de desempleo y atestada de turistas y ciudadanos que han perdido la esperanza.

por

Andrés Franco Harnache


13.11.2013

Foto: Alejandro Gómez Dugand

[12.11.13] Crisis

De dónde eres, les pregunto a todos los latinos que me atienden en los restaurantes y se dejan conversar. Republica Dominicana, Ecuador, Colombia. Los colombianos se ponen contentos cuando les digo de dónde soy y me preguntan qué hago acá y dónde estoy viviendo. ¿Qué tal la crisis, qué piensan del independentismo catalán? Hacen caras amargas sobre la crisis económica y saben que el independentismo es un capricho imposible. Parece que la crisis sí es real; pero las ramblas, una de las calles peatonales más transitadas por turistas en el mundo, están repletas, les digo, y se hacen como si no fuera con ellos. Ni han pensado en devolverse y algunos están haciendo las diligencias para la residencia. Qué crisis. No por lo menos como la que yo recuerdo a finales de los noventa en Colombia: sin turistas y todos en sus casas sin salir siquiera a hacer compras, y si había que hacerlo, mejor a San Andresito porque cómo pagar ese IVA tan caro. Qué crisis.

Es la fiesta de despedida de alguien que conoce a alguien y a la que llego sin saber muy bien cómo y por qué. Es en Gracia, pueblo que antes del siglo XIX era independiente a Barcelona y que ahora es uno de sus muchos barrios. La gente de Gracia es de Gracia y no de Barcelona, dicen, y es uno de los pocos lugares cerca del centro donde no hay avalancha de turistas y donde está la Barcelona real. Pero más que catalanes reales, que los hay, están los turistas de largo aliento, esos que vienen de todas partes y se han quedado haciendo la vida, rebuscándosela en el medio artístico o malviviendo de fiesta en fiesta. La reunión no es muy diferente a las de Bogotá, esas de traiga su trago y váyaselo tomando mientras vamos poniendo música por Spotify o Youtube. La mayoría pasa los treinta, pero perecen de veinte bailando descalzos en la calle y hablando de las veces que, en fiestas así, les han tirado baldados de agua fría desde los pisos de arriba cuando hacen mucho ruido en los andenes. La mitad de la gente no conoce a la mujer a la que pretende despedir esta fiesta. Todos dejan la casa y de allí van de marcha para otras y otras fiestas. Estamos en los días de la Mercé, ché, dice una italiana que habla con acento argentino y que está dispuesta a seguir hasta la mañana siguiente. A algunos les pregunto por la crisis y todos, los que ya llevan tiempo acá, se quejan, pero no les creo: se ven todos tan bien y tan felices. Están en Barcelona, joder, les digo. Sonríen y cambian de tema. ¿Has ido a los conciertos? Están de puta madre.

Entre dos catalanas y dos chilenos comienzan a hablar sobre el metro y lo caro que es. Cuando yo llegué pagué un boleto de un mes, pero luego ya no pude, dice uno de los chilenos. ¿Qué tal una bici? El Bicing, el sistema público de bicicletas, también es muy caro y sólo te deja montar por media hora, mejor cómprate una bici, que se consiguen usadas por 60 u 80 euros en Internet, casi lo que vale el metro al mes. Sí, dice un peruano, mejor una bici, pero hay que comprarse una barata y luego un candado que valga lo mismo o más, si no, la bici no te dura ni una semana. Una de las catalanas comienza hablar de las formas en las que ella se cola en el metro. Te pegáis bien, bien junto de la persona que está delante vuestro y los sensores te dejan pesar, dice. Pero tenéis que ir con calma, si no en las cámaras se dan cuanta y llegan los polis. ¿Y qué pasa si te cogen en las redadas que hacen en los túneles del metro y no tienes el tiquet? A un venezolano lo cogieron dos veces, 100 euros de multa por cada una, dice alguien. Nada, continúa la catalana, cogéis uno que esté tirando en el suelo y ni se dan cuenta. Uno de los chilenos dice que un amigo compra el ticket reducido que venden por año para los ancianos, le corta la línea magnética del boleto especial y se la pega a uno normal y corriente y ya está. Nos reímos y algunos toman nota. Sí, dicen casi a coro, el colmo que no haya precio especial para estudiantes.

Muy pocos de los que están allí estudian. La mayoría trabaja de meseros o de guías en museos mientras por las noches hacen sus cosas. Poetas, algunos ridículos casi sacados de una novela de Bolaño, otros artistas y músicos que ya no saben muy bien qué hacer sino ser tragados por la noche de Barcelona. Un cartagenero, mesero de un bar, me dice que la noche de esta ciudad es muy fuerte y que te traga y consume hasta dejarte seco. Todos los días encuentras algo que hacer y todos las noches hay trago y drogas. Hay que ajuiciarse, dice. Pero en la ciudad de los turista perece que ésa es la única forma, mesero, traductor, puto. Se están tirando la ciudad, comenta entre cervezas un catalán compañero de clase, ¿pero qué podemos hacer si el turismo es lo único que tenemos? No hay más industria, tío.

Al final se ve la crisis y es una crisis que está debajo de la apariencia, de la máscara que han creado para turistas. Ellos parecen ser la única salvación y chitón mitras juega el Barça y la gente canta coros independentistas los días festivos en la calle. Chitón así sepan que la independencia no tiene ni pies ni cabeza (cómo vivir por fuera del Euro) y a esperar a que las bacas gordas vuelvan así no se sepa muy bien cómo podrían llegar.

COMPARTIR ARTÍCULO
Compartir en Facebook Compartir en LinkedIn Tweet Enviar por WhatsApp Enviar por WhatsApp Enviar por email

Andrés Franco Harnache


Andrés Franco Harnache


  • Ojalá lo lean
    (0)
  • Maravilloso
    (0)
  • KK
    (0)
  • Revelador
    (0)
  • Ni fú ni fá
    (0)
  • Merece MEME
    (0)

Relacionados

#ElNiusléterDe070 📬